Era un día soleado de Abril. Yo cumplía 7 años.
Me regalaron una bicicleta más grande de la que tenía, color azul con canasto blanco. Luego de sacarme varias fotos con mi regalo salí a la calle a estrenarlo.
Al intentar sentarme, los pies no me llegaban al suelo ni a los pedales, entonces me caí. Cuando impacté contra el piso se vino la noche de repente. Esto era un ¡¡infierno!! Sentí que las luces de la cuidad comenzaron a apagarse y la oscuridad cubrió todo a su paso, en un momento el cielo se tiño de rojo y el césped empezó a incendiarse de golpe.
Las personas corrían para esconderse, protegerse y yo ahí, inmovilizada mirando como lo que estaba a mi alrededor cambiaba, en un solo instante.
Quedé en medio de la nada, era un desierto ardiendo en llamas… Pero en el horizonte, allá, lejos de mí nacía una luz, blanca, brillante y pura. ¡Cada vez se hacía más grande! Lo que se consumía en el fuego volvía a renacer gracias a ella. Al crecer más y más ese gran destello luminoso me enceguecía. De pronto escuche voces ¡las conocía! Pero únicamente eran voces, no aparecían las personas… Pensaba en ellas para no perder las esperanzas ni la fe, quería que el tiempo no hubiera transcurrido pero un miedo muy fuerte comenzó a manifestarse en mí, fue allí cuando una potente luz disminuyó su resplandor… Asombrada y confundida por lo ocurrido cerré mis ojos, no podía ver semejante desastre. Rogaba que mi vida fuera como antes.
En mi mejilla sentí una caricia, fría y rápida entonces abrí los ojos. Al hacerlo ¡SORPRESA! Estaba igual que antes, no había desaparecido nada, el cielo estrellado y más lindo que nunca.
A mi lado estaba mamá, no pude resistirme, entonces le conté lo sucedido a las apuradas. Ella comenzó a reírse y me contó que al caerme me desmayé, que la caricia fría y rápida era una cachetada para ver si reaccionaba, la luz vista a lo lejos era de una linterna.
Lo ocurrido me dejó un mensaje, el cual debía aprender… “Por una simple caída no te quedes tirado, levantate, lucha con más fuerza, no pienses que tus sueños no se realizarán, si es posible cambialos para mejor. Por más que te quieran opacar porque te caíste o te equivocaste, has oído sordo, sé indiferente… Además siempre hay una luz fiel que te va a acompañar a dónde quiera que vayas… Sólo trata que no se apagué cuando tengas miedo”.
Me regalaron una bicicleta más grande de la que tenía, color azul con canasto blanco. Luego de sacarme varias fotos con mi regalo salí a la calle a estrenarlo.
Al intentar sentarme, los pies no me llegaban al suelo ni a los pedales, entonces me caí. Cuando impacté contra el piso se vino la noche de repente. Esto era un ¡¡infierno!! Sentí que las luces de la cuidad comenzaron a apagarse y la oscuridad cubrió todo a su paso, en un momento el cielo se tiño de rojo y el césped empezó a incendiarse de golpe.
Las personas corrían para esconderse, protegerse y yo ahí, inmovilizada mirando como lo que estaba a mi alrededor cambiaba, en un solo instante.
Quedé en medio de la nada, era un desierto ardiendo en llamas… Pero en el horizonte, allá, lejos de mí nacía una luz, blanca, brillante y pura. ¡Cada vez se hacía más grande! Lo que se consumía en el fuego volvía a renacer gracias a ella. Al crecer más y más ese gran destello luminoso me enceguecía. De pronto escuche voces ¡las conocía! Pero únicamente eran voces, no aparecían las personas… Pensaba en ellas para no perder las esperanzas ni la fe, quería que el tiempo no hubiera transcurrido pero un miedo muy fuerte comenzó a manifestarse en mí, fue allí cuando una potente luz disminuyó su resplandor… Asombrada y confundida por lo ocurrido cerré mis ojos, no podía ver semejante desastre. Rogaba que mi vida fuera como antes.
En mi mejilla sentí una caricia, fría y rápida entonces abrí los ojos. Al hacerlo ¡SORPRESA! Estaba igual que antes, no había desaparecido nada, el cielo estrellado y más lindo que nunca.
A mi lado estaba mamá, no pude resistirme, entonces le conté lo sucedido a las apuradas. Ella comenzó a reírse y me contó que al caerme me desmayé, que la caricia fría y rápida era una cachetada para ver si reaccionaba, la luz vista a lo lejos era de una linterna.
Lo ocurrido me dejó un mensaje, el cual debía aprender… “Por una simple caída no te quedes tirado, levantate, lucha con más fuerza, no pienses que tus sueños no se realizarán, si es posible cambialos para mejor. Por más que te quieran opacar porque te caíste o te equivocaste, has oído sordo, sé indiferente… Además siempre hay una luz fiel que te va a acompañar a dónde quiera que vayas… Sólo trata que no se apagué cuando tengas miedo”.
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